lunes, 15 de octubre de 2012

Dale de comer a los peces.

    Cotidianamente interactuamos con distintas personas, pero rara vez tomamos conciencia de la injerencia que podemos tener en un Otro.  Incluso, en muchas ocasiones, situaciones que consideramos como inocuas pueden generar una trascendencia en los demás.
    La primera visita que realizó Grimen, fue con su primer segundo y el lugar seleccionado, una plaza y un acuario.  Allí comprarían unos pecesitos para una pecera que el docente ya no utilizaba.
    Una vez realizada la compra, cada alumno se comprometió a darle de comer a los peces, según el turno que le correspondía.  Todos esperaban ansiosos a que llegue el día en que debería tomar un poco de comida para peces y ubicarlo en la superficie del agua.
    No todos pudieron esperar, pues Vuky, a la salida del colegio, se escabulló hacia el aula y le dio medio frasco de comida a los animalitos. 
     Al otro día, el docente encontró la pecera en condiciones deplorables y se dedicó a limpiarla rápidamente, antes que lleguen los niños. 
     Una vez que ingresaron a la institución, el docente conversó con sus alumnos sobre lo acontecido. Las hipótesis que manejaron los niños pasaron desde fantasmas en la escuela a un niño del secundario que estaba celoso.  
     Nadie sabía quién había sido, salvo Vuky y su maestro, que jamás le dijo que sabía que había sido ella.  Intentó hablar con ella, dándole la posibilidad de confesar y reparar lo sucedido, pero Vuky no podía confesar lo hecho. 
     El docente conversó mucho con el grupo sobre la importancia de la verdad y demás. Vuky nunca manifestó lo que había hecho.
     Once años después, Vuky escuchó cómo  su maestro  siempre supo quién había sido el responsable del "atentado" hacia los peces.  Siendo ya casi una mujer,  lloró culpógena por esa situación que nunca pudo "reparar" y que Grimen, consideraba que era poco trascendente.  


domingo, 7 de octubre de 2012

Once años después

     Once años después de ese primer día en que todo cambió.  Luego de la formación, Grimen avanzó con su grupo hacia el aula y una vez en la puerta, esperó que sus primerizos alumnos ingresen.  
      La última en entrar fue una "pulguita", que al entrar en el aula comenzó a gritar - Soy un conejo, soy un conejo... 
      Grimen hacía varios días que no tenía crédito en su celular y para enfrentar alguna eventualidad, decidió realizar una recarga.  Se dirigió a su kiosco habitual pero no pudo cumplir con el objetivo de aumentar el crédito y decidió ir al siguiente negocio más próximo.
      No había una tarjeta, pero la chica que atendía el local, manifestó que podía realizar una carga con una máquina que se alojaba en la entrada al negocio.
      Era la primera vez que Grimen realizaba una carga con esa modalidad y se tomaba su tiempo, pues el aparato le generaba desconfianza.  La chica, se puso junto a éste y comenzó a guiarlo mientras Grimen observaba la máquina.
      Un gesto y una muletilla bastaron para el insight que los ojos no pudieron realizar. 
     Al mirarla a los ojos, le preguntó cuando había reconocido a Grimen, su maestro en segundo grado.  La ansiedad, producto de ciertas imágenes del pasado (cuando nos reencontramos con personas de nuestro pasado, muchas veces sufrimos de actitudes regresivas) la llevaron a mentir.  Obviamente, Grimen sabía que la había reconocido apenas había entrado, pero reprendió el no haber manifestado quién era (aunque fue una sensación hermosa el "darse cuenta").
    Conversando durante un par de horas, los recuerdos en imágenes irrumpían la mente de ambos, evocando más y más recuerdos.  Grimen jamás imaginó lo que podía generar en un Otro una figura como un simple maestro, pero la emoción y lo expresado por Vuchi, denotaban esta aseveración. 
     Luego de once años, Vuchi aún guarda en un escritorio, una carta enviada por Grimen.  Luego de once años, la casualidad o la causalidad quiso que se reencontraran alumno/docente, para intercambiar saberes y enriquecer sus vidas.