jueves, 20 de septiembre de 2012

El semáforo.

    La envidia es un sentimiento que puede ser definida como el deseo desenfrenado e intenso frente a la falta de algo. Ese algo se denota, cuando un Otro nos "muestra" conciente o incoscientemente que somos seres imperfectos (Por suerte. Cada vez afirmo con mayor intensidad, que los que somos más imperfectos exteriormente, tenemos personalidades más interesantes, creativas e interactivas). Un ser humano, puede sentir envidia de la "suerte" que puede sucederle a un Otro.  (Suerte entre comillas, pues depende de la óptica de cada uno).
    Cuando se es más chico, la envidia se traslada a objetos que pueden ser considerados insignificantes para el adulto.
    Grimen y Dogue eran vecinos desde que nacieron.  Cierto día, Grimen fue a la casa de Dogue.  Ambos niños s jugaban con unos autitos destruídos (Dogue tenía los nuevos en un vitrina y no se podían tocar), cuando Grimen se percató que Dogue tenía un semáforo de metal que le era familiar.  El primero le recriminó a su vecino que le había robado el objeto metálico, y cuando lo quiso recuperar, obtuvo una dura reprimenda por parte del padre de Dogue.
     Pasaron algunos días y volvieron a coincidir en la casa de Dogue.  En un descuido de Dogue, Grimen se acercó al semáforo llamativo y lo guardó sigilosamente en su bolsillo del pantalón. Nadie se percató de la fechoría de Grimen.
     Al día siguiente, Grimen se encontraba jugando con los autitos y el semáforo, en el patio de su casa. La naturaleza lo llamó y cuando volvió del baño, se percató que la preciada escultura metálica había desaparecido.
      Pasaron los días y Dogue no se acercaba a la casa de Grimen, ni siquiera lo invitaba a jugar.   El niño anhelaba intensamente ese semáforo que le había sido arrebatado, por su diabólico vecino. 
       Las madres de los niños se encontraron en la puerta y Grimen pudo escuchar que Dogue se había ido a un cumpleaños.  Utilizando sus encantos "infantiles" se hizo invitar a la casa de Dogue, con la excusa de poder ayudar a la señora, en algunos labores.  
       Dentro de la casa, se movió con cierto sigilo y ubicó rápidamente el semáforo. Lo guardó y luego de ayudar un ratito a la madre de Dogue, se retiró a su hogar.  
      En su casa, guardó  el objeto de deseo, para que Dogue no pueda quitárselo nunca más.  Lo guardó tan bien, que jamás volvió a jugar con el juguetito ese.


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