viernes, 9 de marzo de 2012

Algunos gestos.

    Todos estamos insertos en un medio en el que van aconteciendo sucesos agradables y otros no tanto.  A veces, estos hechos desagradables, superan la intensidad de resistencia que cuenta cada ser humano. Y el docente no escapa de esto, pero debe asimila el golpe de manera rápida para no afectar el vínculo y por ende, el aprendizaje.
    Según varios autores, son varias las etapas de duelo, que van desde la misma negación de la situación hasta su resolución (si es que se resuelve).  Elaborar el duelo lleva tiempo y a veces, dificulta un desempeño de las actividades cotidianas.
    Las vicisitudes que conlleva la elaboración del duelo, solemos contar con el apoyo de amigos y familia, aunque la docencia, siempre depara sorpresas agradables.
    Era un 27 de junio y una noticia desvastó su persona.  La mujer con quien planificaba el resto de sus días, había sufrido un hecho duro y terrible.  Los sueños proyectados se derrumbaron como un castillo de naipes frente a una suave brisa.
     Al día siguiente, no había fuerzas ni ganas para ir a trabajar, pero sin embargo no faltó.  Sin que nadie supiera nada, los alumnos se abalanzaron sobre su maestro, para abrazarlo. Ese gesto resultó tener un efecto contenedor.   Hoy, en la lejanía, llama la atención cómo un gesto puede ayudar a superar situaciones no del todo agradables.

    Cómo si el destino estuviese encaprichado con esa fecha, el 27 de junio, se suscita otro hecho desafortunado.  Otra vez, un gesto desinteresado, dulce y sentido actuó como catalizador contenedor.  Con unas "simples" líneas bastaron para alivianar el dolor producido por el suceso.
       Esta clase de cosas, hacen de que la docencia, sea el trabajo más gratificante y vivificante de todos los empleos. El Otro te sorprende y te enseña día a día.

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