miércoles, 14 de marzo de 2012

Ir cuando no se debe.

    Uno de los pecados capitales de cualquier trabajador, es ir cuando no tiene que hacerlo.  Lamentablemente, hay personas propensas a la torpeza que viven condenados en el infierno laboral.
     El día anterior se había quedado dormido (Un 27 de junio otro elemento más a la  larga lista que mitifica a ese día como trágico para su persona), y para alivianar un poco la culpa sentida por no cumplir con el horario, se puso tres despertadores. 
    Al sonar el primer despertador, se levantó rápidamente de la cama y se cambió para ir a su trabajo.  Calculando el tiempo para desayunar y cambiarse, realizó el ritual matutino cotidiano.  Salió a la hora estipulada para llegar muy puntual a su trabajo. 
     No se veía mucha gente por la calle, en parte por el frío y en parte, por la hora.  Esperó su colectivo y cuando llegó, arribó a éste.

     Una vez que se bajó, caminó algunas cuadras hasta la escuela. A medida que se acercaba, se extrañaba no ver las caras de algunos alumnos que siempre llegaban muy temprano.
     Tocó el timbre y no aparecía nadie. Tocó más fuerte, golpeó el vidrio, gritó y nada.  Pensó que tenía mal la hora, así que se cruzó al frente, para preguntarle al único ser humano que se encontraba dando vueltas a la plaza.
      Una vez realizada la pregunta, la risa de la señora  hizo su presencia.  La mujer le comunicó que la hora estaba bien, pero que difícilmente abran la escuela, porque era SÁBADO.


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