domingo, 11 de marzo de 2012

El vómito movedizo (y no de Tandil).

    Todos alguna vez hemos vomitado en nuestra vida.  Ya sea por exceso de comida, de bebida o por un dolor de estómago insufrible.  La dificultad de vomitar reside en el lugar dónde ocurre.
    En un paseo, entra en juego la ansiedad, pues es una actividad novedosa para niños y docentes.  Antes de partir, se puede observar a los niños con su  mochila en mano, gorrita en la cabeza  y demás  complementos que en días normales no son observables.
    El viaje puede durar un par de horas, pero en esa mochila, llevan comida para realizar el cruce de los Andes.  Obviamente, la comida no vuelve y es consumida en la travesía, con la consecuente dificultad que acarrea esto.
    Esa mañana, Gribur comió lo que trajo, que era mucho y varias vituallas que sus compañeros compartían con él.  Varias veces se contó a los alumnos, por miedo que Gribur se haya comido alguno, pues su apetito se había acrecentado en ese viaje.
    A los pocos minutos, su estómago comenzó a protestar para luego, expulsar el exabrupto cometido por el niño.

    Las risas y los gritos comenzaron a inundar el micro, hasta que el movimiento propio del vehículo, hizo que se trasladara al vómito.  Éste, como si fuese una medusa en el agua, comenzaba a moverse de un lado para otro. Los niños, se corrían observando el movimiento para no ser "picado" por el imitador de  "agua viva".
     Algunos niños, que en principio se reían de la situación, comenzaron a tener arcadas, generando el miedo en el docente por el efecto contagio.
     Después de algunos minutos, cuando la atención al vómito había bajado en intensidad, éste encontró a su víctima.  Luly, una compañerita de Gribur, involuntariamente bajó su pierna y pisó la sustancia movediza.  El llanto fue en vano, pues seria recordada eternamente por todos sus compañeros, como  la niña que fue absorbida por "La Cosa".


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