domingo, 13 de mayo de 2012

El destino te somete a sus caprichos.

      Cuando realmente querés que algo salga, no sale, pero cuando menos lo esperás, sucede.
      Cada vez que visitaba a su madre en día lluvioso, su hijo se llevaba su paraguas, que recién era devuelto a los pocos días.  Cansada de esta situación, decidió regalarle un paraguas de tamaño mayúsculo y color más llamativo.
      El regalo fue aceptado gustosamente y esperaba ansioso por estrenarlo.  Pasó el primer mes y no pudo utilizar el regalo, pues a pesar de que llovió, siempre se encontraba protegido por algún techo.  Si llovía toda la mañana, paraba de llover cuando salía a la calle. Si quería comprar algo, automáticamente cesaba la lluvia.
     Así pasó el segundo y tercer mes.  A mitad del cuarto, viajando en colectivo hacia Tigre, le pidió a una señora que le indique cuándo lleguen a la Biblioteca del mismo partido.    El viaje transcurrió y se quedó conversando de algunas pavadas con la señora, cuando ésta se percató que el muchacho debía bajarse: - Gruner, bajate yaaaa. Ahí esta la biblioteca.
     Gruner se levantó rápidamente, tocó el timbre y el colectivo frenó para permitir que el pasajero baje.  Cuando se percató que el paraguas había quedado en el colectivo, caminó 4 pasos y lentamente comenzó a llover...

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