domingo, 1 de enero de 2012

Cementerio de palomas

     Todo ser vivo nace, crece, se desarrolla, tiene células...(bla   bla) y muere...  Y sí, muere.  Incluso las palomas mueren.  
     Lo que no es propio de todo ser vivo es que elija el lugar donde morir.  Algunos sujetos creen que ciertos animales tienen un comportamiento extraño, se juntan en un sitio a esperar con "tranquilidad" su muerte.  En este grupo podríamos mencionar a los elefantes, de ahí la frase "cementerio de elefantes" (hay una explicación científica sobre esto que dista mucho de que se reúnan a morirse porque allí se encuentran sus antepasados, pero no es un blog pensado para esto). 
     En una escuela de Buenos Aires, parece que hay un aula que debe tener un "epicentro energético" que llama a que las palomas descansen en paz (siempre exagerando yo,  porque en realidad fue una sola paloma).
     Una mañana, antes de que se abran las puertas a los niños, una paloma se encontraba deambulando, denotando que le quedaba muy poco tiempo de vida.  Volaba muy mal, emanaba un líquido muy extraño (no era diarrea pero ese líquido no lo toco ni con un palo y eso que no soy asqueroso) y daba pasos de manera muy dificultosa. 
     El ave se introdujo en el aula de quinto año para luego ser retirada por personal de la institución.  A los 5 minutos, se introdujo nuevamente para ser retirada al instante por la misma persona.  
    La tórtola que se encontraba en sus últimos momentos y buscaba un lugar para descansar en paz (pobre ilusa, si pensaba que iba a descansar en ese lugar) quedó pululando por las afueras del colegio.
    El día terminó y devino el fin de semana.  Cuando el calendario marcó el día lunes y las puertas de la escuela se abrieron, los niños esperaron en el patio para entrar.  Como era un día muy fresco, los docentes acompañaron a sus alumnos al aula para quedarse allí y esperar que se haga la hora para dar inicio a la clase pertinente.
     Eran seis niños y el maestro.  Al ingresar, el docente abre el armario y comienza a buscar unas fotocopias.  Al rato, comienza a escucharse cierto bullicio y niños corriendo por el aula.  El docente les advierte que no corran pero advierte que el alboroto no cesa y escucha: - Basta Carola, sacá esoooooo.
      Cuando se levanta para llamar con mayor intensidad la atención de los que corrían, queda absorto con la situación que presenciaba. 
      Carola perseguía a Luguercio con una paloma muerta en sus manos, haciendo cómo si la torcaza le quisiera dar un beso a cada niño. 
      La sorpresa del docente fue mayúscula.  La fascinación por lo que sus ojos veían, cómo una niña, lejos de tenerle miedo o asco a ese ser emplumado, lo usaba para asustar a sus compañeros.  Luego de una lenta reacción, le llamó la atención a la niña y le pidió que se lave urgentemente las manos.  
         El ave logró su cometido y murió donde quiso. A partir de este suceso se ha generado un nuevo mito, el de  Cementerio de palomas.

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