lunes, 2 de enero de 2012

Por una cabeza... de conejo.


      No es extraño que las Ciencias Naturales, sea el área que cuenta con mayor simpatía entre los niños.  Observación, experimentación, etc. hacen que los alumnos se interesen en demasía y, en su afán de ampliar el conocimiento, colaboran con distintos elementos que obtienen de manera casual (no se descarta que el mismo profesor traiga pájaros muertos, insectos de todo tipo, etc.  Hay gente que piensa que si un ser muere en el campo de acción de este docente, es capaz de llevarlo al aula para abrirlo y ver qué tiene dentro).
      Una alumna, muy deseosa de colaborar, trajo algunas cabezas de conejo.  El profesor, que  no contaba con dos módulos continuos ese día, le pidió que los deje en la heladera del colegio.  La alumna, antes de irse, cumplió con lo estipulado por el maestro.
      Al otro día quedaron los cráneos en la heladera. Y al otro. Y al otro... ¿Hace falta aclarar que el maestro y la alumna olvidaron completamente del nuevo contenido de la heladera?
      Todo el mundo sabe, que aunque un alimento esté dentro de la heladera, también puede descomponerse.  El frío actúa como atenuador de los microorganismos que descomponen los restos biológicos. Bueno, parece que este principio de la biología no  fue escuchado por varias cabezas de conejo.  Y eso que tienen dos orejas muy grandes.
      Cierto día, comenzaron a mover muebles y separar cajas, pero nada.  Una rata había muerto y su cadáver se estaba descomponiendo ahí, en ese lugar.  Sin lugar a dudas, pensaron que debían mover la heladera, pues seguramente el resto del ser se hallaba en el hueco donde se aloja el motor.  Era el único lugar que les faltaba revisar (Aclaración: que creían que les faltaba revisar).
       El olor era tan nauseabundo que hacía insoportable la estadía en ese ambiente escolar.  Ayudó mucho que ese día era lunes y el accionar de las bacterias no descansa los fines de semana.
       Finalmente, encontraron los restos del pobre mamífero, dentro de la heladera en un estado límite entre lo asqueroso  y espantoso.  Obviamente, se prohibió el uso de esa heladera para este tipo de cosas, pero... nunca especificaron de qué heladera hablaban.  No sé, yo nunca abriría la heladera de un maestro de Ciencias Naturales.

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