lunes, 9 de enero de 2012

Te atrapé

    Hay sitios que generan terror, en los infantes, cuando se visitan en horas que no son las acordes.  Esos sitios pueden llegar  a ser un cementerio, una casa antigua, una iglesia y ...una escuela.
     Todos tuvimos miedo alguna vez a que algo cobre vida y nos devore. La mayoría de las  veces, acontece con ese pacífico y hermoso peluchito que nuestra familia nos regalaba. ¿Quién no vio la mirada asesina de ese dulce osito  cuando llegaba la noche?  Yo he visto como Cachilo se regodeaba por las noches para comerme.  Cachilo era mi perro de peluche.
       Pero volviendo a la escuela, parece que hay un miedo en los infantes, que ésta cobre vida y se los coma.  Algo así ocurrió hace un tiempo.
     Un niño no había tenido un buen día y el su maestro le estaba llamando la atención.  Esto ocurría fuera del aula, cerca de unoas escaleras.  El docente realizaba un "sermón", que hasta los mosquitos se alejaban, de lo aburrido de sus palabras (No use repelente, dejá que este señor hable).
     Javo escuchaba. pero su mente deambulaba por alguna de las galaxias del  Universo.    Su brazo parecía que tenía oídos, pues como una serpiente, se movía reptando por una pared.  Lentamente se iba enroscando en una baranda de la escalera.
    Duró un ratito la conversación y se le dio permiso para que vaya al patio a jugar con sus compañeros.  Cuando quiso salir, algo se lo impedía.  El maestro le insistía que vaya al recreo, pero el niño no manifestaba nada y seguía en el mismo lugar.
    Siguió insistiendo, hasta que se percató que algo andaba mal.   El niño no podía salir. La escuela había cobrado vida y se preparaba para devorar al niño (Si, no asusto nadie, pero shhh, sigan la historia).
     El niño comenzó a ponerse nervioso y su brazo se hinchó más, por ende, dificultaba aún más el poder liberar el brazo.
    Se utilizó agua jabonosa, pero no resulto.  La única salida, era ir al corazón de la escuela y con un latigo, dar tres golpes para que pueda ser liberado. Y así fue, Sir Charles, empuñó su látigo, y se dirigió al corazón. Dio los tres golpes y liberó al niño desvalido.  (En realidad, se agarró un palo, se hizo palanca y el infante pudo sacar su extremidad). 
   Tengan mucho cuidado con las escuelas... Sino preguntenlé al niño, que nunca más tocó una baranda. 

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