jueves, 23 de febrero de 2012

Censo

    El censo, fundamental para un país, ya que con sus datos, sirve para planificar y organizar muchas cuestiones inherentes al estado.   Es un suceso que se realiza en casi todos los países y el mismo,  ocurre cada diez años y dentro de las décadas terminadas en cero.
    En Argentina, el primer censo se realizó en la presidencia de Sarmiento, pero no siempre se respetó la concreción del mismo, en el lapso de tiempo estipulado.
    El Estado Argentino, para llevar a cabo la tarea de censar, se nutre de los docentes.  Éstos, recorren casa por casa para realizar las preguntas pautadas por el INDEC. 
    Era la primera vez que participaba de un censo y la experiencia, hasta allí, había sido muy divertida.  Faltaba una casa para terminar la cuadra y realizar un parate para poder comer.
    Al no encontrar timbre, decidió aplaudir.  Cómo no salió nadie, decidió entrar y golpear la puerta de entrada.  Intempestivamente, se abrió una puerta y apareció una señora mayor.
   El censista se presentó a la señora y le manifestó que le iba a realizar algunas preguntas.  La mujer, miraba extrañada y comenzó a preguntar quién era.  El docente, nuevamente comenzó a explicar y quién era y qué estaba realizando.
     Lentamente, la cara de la anciana se fue transformando y con una escoba en  mano, comenzó a amenazar al censista, en una lengua extraña (más adelante se enteró que era ukraniano).
        Cuanto más se acercaba el docente, la anciana se ponía más furiosa.  Hasta que la escoba rozó el cuerpo del maestro.  Nuevamente quiso pegar al censista, pero éste, con unos reflejos de lince embalsamado, velocidad de chita avejentada, fuerza de rinoceronte rengo pudo controlar la situación y le arrebató la escoba.
        La señora, ya sin escoba, entró rápidamente en su casa para espiar al censista desde su casa.  Ni el rudimentario inglés, ni el paupérrimo francés hicieron salir a la señora de su hogar. 
       Un señor, que observó al situación, muy jocosamente se acercó al docente para contarle que la señora había escapado de ukrania y siempre era muy temerosa.  Se acentuó más ese temor, desde que había fallecido su marido.
        Un sentimiento de culpa invadió al cruel docente.  Dejó la escoba apoyada en la puerta, para irse a comer con el resto de sus compañeros.  Cuando continuó el recorrido, le dejó una florcita en la la columna de entrada, alivianando un poco la culpa por el mal momento acontecido.

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