domingo, 19 de febrero de 2012

Un cuento narrado

    Un recurso muy interesante para trabajar en el aula, es la narración de cuentos.  La atención de aquellos que escuchan el relato se mantiene tan alta, gracias a las características únicas de éste.
     Grenwich siempre trataba de utilizar recursos novedosos, no para llamar la atención del grupo, sino porque se aburría muy fácilmente.
     Algunos años atrás, había narrado cuentos de terror para sus alumnos de primer año, utilizando el pizarrón como apoyatura.
     Ese año era titular de un grupo con el que tenía mucha simpatía.    Es muy complejo el trabajo, cuando el grupo no "ayuda", siendo contraproducente para ambos.  Este curso, siempre apoyaba cualquier pavada que hacía Grenan, sin importar que sea aburrido, divertido o totalmente ilógico.
     Una conflictiva que se había suscitado el día anterior, hizo reflexionar sobre cómo abordarla con el grupo.   Grenan consideró pertinente, que sería muy bueno narrar un cuento y luego utilizarlo para compararlo con lo vivenciado con el grupo.
      Dado que había una problemática importante, y no había tiempo de escribir un cuento, decidió tomar un texto que ya conocía: El conde Lucanor, de Don Juan Manuel, el cuento "De lo que le sucedió a un hombre que se casó con una mujer muy brava". (o algo así)
     Para el que no conoce el cuento, es un poco sangriento, pues el personaje principal, mata algunos animales para demostrarle a su flamante esposa, que si no hacía lo que él quería, también le iba a ocurrir lo mismo.
    
        Usando unos peluches que tenía en su armario, comenzó la narración.  Parece que el grupo no estaba preparado para "semejante" relato o el docente se excedió en sus ademanes y teatralizaciones, porque los niños se miraban unos a otros, intentando comprender lo que estaba haciendo el personaje que se encontraba frente a ellos.  Eso no le importaba a Grenan, pues seguía como si nada, revolcándose por el piso, pegándo patadas voladoras y demás movimientos.
         Cuando terminó de narrar, un silencio atróz azoró el lugar (y eso que el grupo comenzaba a entrar en una etapa donde el bullicio es una características de la edad).   En vez de ser un detonante, el cuento se transformó en un paralizante, impidiendo elaborar la problemática emergente.
          Se optó abordar la dificultad de otra manera.  Los cuentos narrados, quedaron para el futuro, pero siempre teniendo en cuenta, la cara de sus interlocutores.

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