jueves, 9 de febrero de 2012

Mentirita piadosa.

     Los accidentes pueden ocurrir en cualquier momento y espacio.  Por ende, la escuela no está excluida de dichas desgracias.
     Cuando un niño se lastima, lo primero que se debe hacer, es  asistirlo.  Es muy probable, que se encuentre muy asustado, más si el infante observa sangre.  Aunque sean unas gotitas, la sangre desemboca automáticamente en el llanto.
      Una de las lesiones más feas, es cuando un niño se fractura de una manera muy notoria (yo me fracturé y no me creían, snif).
    El dolor se hace insoportable y el llanto se hará presente.  Por ende, es fundamental llevar tranquilidad al niño.
    Lwan bajaba la escalera tomado de la baranda de la escuela.  Uno de sus cordones estaba desatado y cuando lo pisó con la otra pierna, cayó al piso.  El llanto se hizo presente, y se lo intentó tranquilizar.
-  Quedate tranquilo, no pasa nada- decía la voz amiga.   - ¿Te duele el brazo?-
- Aiiiiiiiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa- vociferaba el infante.
- Mirá, te golpeaste un poquito, así que vamos a poner un poco de "agua" (Sí, la milagrosa) y ya va a pasar. Vas a ver que no es nada.  Un golpecito pequeñito. -decía la voz que lo asistía.
     A medida que hablaba, intentaba ver la zona afectada. Cuando la divisó, su cara fue muy locuaz:

   Los ojos de Lwan se posaron en  la cara de su asistente y el llanto se hizo más pronunciado.  El docente comenzó a utilizar diminutivos indiscriminadamente para ¿aliviar el dolor?.
     Increíblemente, después un tiempo, logró tranquilizar al niño.  Luego, llegó la ambulancia y terminaron de asistir al niño.
    Al  los dos días, volvió al colegio con un yeso reluciente y en pleno proceso de recuperación.


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