martes, 14 de febrero de 2012

Grenan, encantado.

     Las muletillas son palabras o frases que se repiten constantemente  en el discurso de un sujeto. No todas son iguales, aunque algunas tienen el efecto "contagio" y algunos sujetos de un mismo sistema, comienzan a reproducirlas indiscriminadamente.
     El "Boludo", propio de la cultura Rioplatense, es una de las muletillas más pegadizas y que el extranjero, quiere copiar rápidamente (aunque lo hace horrible).  También el che, loco, ehhhh, ¿viste? son otras muletillas muy difundidas, principalmente en los adolescentes.
    Una vez que se "inserta" la muletilla, es muy difícil erradicarla, pues es un hábito.  El sujeto no se da cuenta de lo manifestado o es demasiado tarde para "borrar" lo manifestado.
     Últimamente, las muletillas que se vienen escuchando son "¿Cómo se dice?, "nada" (¿cómo nada?, me decís algo) y pene.
    Giuni, no era una niña que conversaba en demasía, pero le gustaba realizar algún comentario hacia su docente.  Todos tienen que aportar algo, no importaba que eran las siete y media de la mañana.
    Ésta niña, Giuni,  contaba con una muletilla muy de moda y difícil de erradicar "¿Cómo se llama?". No era una muletilla que aparecía poco en su discurso, sino que era una constante que se mantenía en cada oración.
    Tan significativa eran sus apariciones, que se decidió, a modo de juego contestar a la muletilla, cada vez que aparecía.
   - Profe, ¿cómo se llama?, eh - iniciaba la conversación la niña.
  - Grenan, encantado - rápidamente manifestaba interrumpiendo a la niña.
   Al principio quedaba descolocada porque respondía a la pregunta que en realidad, no había querido realizar conscientemente.
  -  Profe, ¿cómo se llama?... nuevamente repetía la oración.
  - Grenan, encantado...
    La cara de la niña se fue transformando y comenzaba a percatarse que tenía que frenar esa muletilla, sino seguiría ocurriendo lo mismo.

    Con un esfuerzo mayúsculo, pudo terminar la pregunta, pero cuando quería continuar el diálogo, la muletilla irrumpía nuevamente.  El maestro, contestaba volviendo a interrumpir a la niña,   generando tal fastidio, que desistía de seguir la conversación.  Lejos de dejarla que se marche, se la instaba a que se tome más tiempo para pensar lo que iba a decir, así erradicaría la muletilla.
     Los primeros días, se contaban las muletillas con su consecuente respuesta, para dejar una marca de veintitrés manifestaciones.
    Luego de varios días, la muletilla se hizo menos intensa, para aparecer una vez en un diálogo no muy extenso.
   
 
     

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